Señor Tú que dijiste: “Dejad que los niños vengan a mí” y mostraste especial predilección por ellos. Tú mismo quisiste tomar cuerpo humano; tu naturaleza divina se encarnó en la pequeñez de
un niño.
Preferiste la inocencia y sencillez de los pequeños a la arrogancia de los soberbios; por eso hoy te venimos a presentar a los niños y niñas, para que los protejas y los cuides de todo mal del cuerpo y del alma. Conserva intacta su pureza y transparencia de corazón.
Que sus manos que hoy juegan con los carritos y las muñecas, nunca lleguen a empuñar las armas que destruyen y matan la vida.
Que mientras están pequeños sepan que todo lo esperan de ti y cuando sean grandes aprendan a ganar el pan con honradez y responsabilidad.
Ilumina sus días con la luz de tu mirada y mándales su ángel protector para que vele su sueño y nadie les haga daño.
Conserva su sonrisa limpia e inocente y no dejes que la malicia empañe su corazón.
Conduce sus pasos por el camino del bien y que nunca se dejen seducir por el engaño y la mentira.
Que siempre encuentren en sus padres y maestros el buen ejemplo y la coherencia de vida.
Que nunca les falte el sano alimento que de fortaleza a su cuerpo, y el sustento que nutra su mente y su espíritu.
Señor Jesús, hoy traemos ante tu altar a todos los niños. Bendícelos, bendice a
sus padres y mantén unidas sus familias.
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